Por: José Luis de Ramón
Socio Director
Objetivamente, la humanidad ha vivido en los pasados 25 años su mejor periodo (por lo menos desde el punto de vista material). El camino hacia la erradicación de la pobreza nunca había sido tan exitoso ni constante.
En la naturaleza del humano está el querer progresar, sobre todo en una sociedad humanista con un régimen económico capitalista. El descontento es la cara negativa de la vocación de progreso.
El descontento reina en nuestros días, y eventos como el Brexit, la emergencia de partidos populistas y nacionalistas por doquier, y la elección de Trump a la presidencia de los EE.UU. son algunas de sus manifestaciones.
Aspirando al máximo progreso no deberíamos olvidar que antes de la Revolución Industrial (1750-1820) en el planeta sólo habitaban personas sumidas en la pobreza extrema, si la definimos bajo nuestros criterios actuales (un nivel de consumo o ingreso inferior a US$1.90 dólares PPA por día).
La industrialización y el aumento de la productividad permitieron que la población se expandiera y la pobreza se estancara. Aún con la explosión demográfica, para 1920 se podía considerar que el número de pobres había llegado a un pico y que el aumento de la población mundial era en base a personas no pobres.
Este proceso se interrumpió por pocos años, después de la Segunda Guerra Mundial. La población creció rápidamente en todo el planeta pero también lo hizo la cantidad de personas en pobreza extrema.
A partir de 1970 la tecnología y el comercio lograron revertir de nuevo la tendencia y aunque la población siguió creciendo, la cantidad de personas sumidas en la pobreza extrema comenzó a caer, ininterrumpidamente desde entonces hasta nuestros días.
En 1820 vivían 1,021 millones en pobreza extrema, de una población total de 1,082 millones (95%). Hoy, en una población de 7,350 millones, sólo hay 705 millones de personas en pobreza extrema (9.5%)
Mientras quede una persona en el planeta que viva en extrema pobreza la labor no ha terminado. Pero como especie podemos felicitarnos por haber mejorado las condiciones de las mayorías.
Estamos más cerca que nunca de erradicar la pobreza. La tecnología ayuda exponencialmente a este propósito.
La política, ahora, es quien tiene que hacer su trabajo.
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