Florentino Durán
LA ROMANA.- La isla Catalina, un encantador territorio dominicano ubicado a 5.4 kilómetros de la ciudad de La Romana, siempre ha despertado el interés de inversionistas locales e internacionales para la construcción de un megaproyecto turístico allí.
Hasta se ha hablado de que el recién fenecido y legendario diseñador futurista de renombre mundial, Pierre Cardin, estuvo interesado en este espacio insular dominicano.
Posee una superficie aproximada de 9,6 kilómetros cuadrados y está deshabitada. La isla integra el trío de islas adyacentes del sureste del país, junto a la Saona y la Catalinita.
Posee diversas bellezas naturales, como sus playas paradisíacas con arenas blancas y en las aguas cristalinas que la rodean viven distintas especies de aves y peces. La isla fue bautizada así por el navegante Cristóbal Colón en su viaje por el área en mayo de 1494.
Es un popular destino turístico y lugar que frecuentan algunos cruceros del Caribe, y ahora se ha despertado el interés por aprovechar este territorio.
Este islote fue descubierto por Cristóbal Colón en 1494, conservando hoy a sus mapaches u osos lavadores, un género de mamíferos carnívoros de la familia Procyonidae llevados allí por Trujillo, junto a monos, iguanas y otras especies.
En su momento, la Fundación Moderna propuso en el año 2005 un megaproyecto que pretendía la llegada de 4 millones de turistas en visita a Catalina.
Pescadores que frecuentan viajes a la isla Catalina, como Juan Astacio, de La Romana, señalan que en el islote hay un destacamento de la Armada Dominicana, pero no hay residentes.
“Yo pescaba ahí por muchos años, pero hace como diez años que no frecuento el lugar; no tiene el dinamismo de antes”, precisó.
El radiodifusor Francisco Micheli recuerda una pareja de esposos de origen puertorriqueño que compraba mercancía y comida y residían en la isla.
En los últimos tiempos, cruceros que visitan La Romana se detienen en el lugar a disfrutar de una hermosa playa y otras amenidades que le brinda el resort mundial Casa de Campo, que mueve turistas hasta ese singular atractivo.
Según relatos históricos, en 1889, durante el gobierno de Lilís fueron otorgados permisos para que en esta isla uno de sus generales explotara la madera preciosa, mientras en el régimen de Trujillo se usó para prácticas de tiro de la aviación militar.
Ranfis, uno de los hijos del ajusticiado dictador dominicano, introdujo allí monos, conejos y mapaches.
Un monumento
En este monumento natural, tanto su flora como su fauna se consideran más pobres que las de tierra firme y no tienen ningún endemismo, sin monos ni cerdos cimarrones, pero con conejos, ratas, gatos, reptiles y aves marinas.
Los mapaches, una especie invasora, son omnívoros y grandes depredadores que han proliferado de tal forma que hoy amenazan a los turistas que visitan y a los nidos de las tortugas carey.
Pequeñas embarcaciones llegan a la isla diariamente, por lo que el Ministerio de Medio Ambiente permite una amplia gama de actividades recreativas, entre ellas deportes acuáticos y buceo.
En sus tres kilómetros de bellas playas, con una franja de entre 10 y 30 metros, se recrean los cruceristas de barcos que fondean en el muelle de La Romana o frente a la isla. La concesión de uso más importante es la otorgada a Casa de Campo y Costa Cruises, para esos fines.
En una ocasión, siendo Ricardo García el director del Jardín Botánico, se resolvió, a través del Ministerio de Medio Ambiente, incautar los mapaches, debido a que representaban una amenaza para la fauna y flora del país, dado que estos se han propagado sin control.
El mapache es un animal competitivo, que puede comer aves y plantas endémicas del país, y de no dársele su debido trato pueden atacar y transmitir la rabia.
El proyecto
Al megaproyecto que se dio a conocer hace varios años para la isla Catalina no se le dio seguimiento, pero se conoce que este implicaría inversiones turísticas, inmobiliarias, negocios y entretenimientos, con un impacto económico para convertir el lugar en un destino de lujo en el Caribe, según una propuesta de la Fundación Nación.
Las maquetas semejan edificaciones postmodernas, similares a ciudades orientales y algunas norteamericanas, con un concepto de proyecto inmobiliario internacionalista.
En esa ocasión, el presidente de la Fundación, Manuel Augusto Jiménez, dijo que estaba dispuesto a conseguir inversionistas extranjeros, como árabes u orientales, para desarrollar un megaproyecto y atraer capitales de Brasil, Colombia, Ecuador, Perú, Chile y Venezuela.
Los arquitectos Juan Ortiz y Walewska Socías, y Huáscar Jiménez, licenciado en mercadotecnia, indicaron que el megaproyecto tendría 3.6 millones de metros cuadrados de parqueo acuático y construcciones en un área de 300,000 metros cuadrados.
La propuesta es levantar 300 edificios en diferentes renglones, con una construcción de quince millones de metros cuadrados, generar más de 10 mil empleos durante la construcción y más de 30 mil, posteriormente.
De acuerdo con sus promotores, el proyecto permitirá transformar la isla en un lugar paradisíaco, donde las personas podrán vivir, trabajar y vacacionar en total seguridad y armonía con el medio ambiente.
Las cifras, en esa ocasión, rondaban los US$600 millones de dólares en impuestos y ventas de bienes raíces, US$200 en impuestos de habitación y traería cuatro millones de visitantes al año al lugar.
El proyecto generaría beneficio de US$22,000 millones en 20 años, mientras las edificaciones serán construidas en las áreas de menos impacto ambiental, tomando en cuenta ecosistema, tipología de los materiales y los residuos.
El lugar tendría hoteles, centros comerciales, telecomunicaciones, una catedral, gobernación, universidad, escuela de deportes acuáticos, museos, casinos, consulados y centros de salud.
Leyes propias
Para la isla se aprobaría otro tipo de leyes, lo que facilitaría que los dominicanos puedan depositar su dinero como si fuese Gran Caimán, Nassau o Panamá.
Cuando la La Fundación Nación dio a conocer el proyecto aún no estaba incorporada, pero sus directivos indicaron que estaría dirigida a cooperar con planes y proyectos de los sectores público y privado en bienestar del desarrollo sostenible del país.
La entidad fue creada por 30 personas de diferentes profesiones, como arquitectos, ingenieros, economistas, sociólogos, filósofos y educadores, para proponer proyectos privados al gobierno y no se ha dado a conocer otros anuncios.
Jiménez explicó que se trataba de un proyecto de captación de fondos para la nación en el cual se podía asumir, como fundación, parte de la deuda que tenía el país con los organismos internacionales.
Autonomía
La isla Catalina, según ese proyecto, no se entregaría a un grupo de inversionistas extranjeros para que levanten hoteles, sino que servirá para captar recursos, citándose el caso del ingeniero Diandino Peña, a quien definieron como “un ingeniero de futuro”, entre quienes podían hacer viable el proyecto.
En esa ocasión dijo que la entidad estaba procurando que se le asigne la isla a la fundación y se haga el programa de negociación de Catalina sin venderla, donde el suministro de agua potable y de electricidad vendría de La Romana a través de una tubería, pues la isla está a seis kilómetros de su costa.
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