Oscar López Reyes
En 1613, el obispo de la catedral de Annecy, en el Sur de Ginebra, Suiza, Francisco de Sales, latigó desde el púlpito el descarrío y la depravación, y ¡oh, Hacedor!, sus sermones molestaron y enfadaron a un vicioso rico influyente de esa cuidadela católica. El acaudalado remolón no cesó en una blasfemia destemplada como contrarréplica ni frenó siquiera por el piadoso repique de las campanas, entretanto que el arzobispo enmudeció aposentado en los muros del templo.
Como venganza por la regañina canónica pluralizada, sin aludir a una persona en específico, el cachazudo colocó en sitios públicos pasquines calumniosos, anónimos y satíricos, en forma de coplas, contra monseñor de Sales, quien personalmente matizaba a un crítico que “si Ud. me arranca un ojo, con el otro ojo yo lo seguiré mirando con especial cariño”.
Sin amenazar con mandarlo al purgatorio, ni maldecirlo, el jefe espiritual de la diócesis de Annecy se mantuvo imperturbable, consciente de que los pobladores conocían sus atributos y no darían credibilidad a los apócrifos. En cambio, el extraviado se exasperó, y apeló a otro procedimiento: el sonido para no dejarlo dormir!
Cuenta el padre Eliécer Sálesman que el sujeto “mandó a unos muchachos de la calle con un numeroso grupo de perros a que los hicieran ladrar toda la noche frente a la ventana de la habitación donde dormía el prelado, y cuando los perros dejaban de ladrar, los muchachos les tiraban las orejas para que aullaran como lobos”.
Por el silencio en la imploración, el potentado puso a “un grupo de vagos a que lanzaran pedradas a su ventana, y le destrozaran los vidrios. Y como si no bastara con esto, se propusieron disparar armas de fuego allí en el andén, con un ruido tal que parecía una batalla”.
El eclesiástico no presentó denuncias ante las autoridades, y desautorizó a indignados empleados del palacio episcopal que se propusieron “darles una tanda de pedradas y una buena paliza a esos importunos, o por lo menos a pegarles una insultada que les dejara zumbando los oídos”.
¿Cómo respondió el doctor del amor?
Monseñor de Sales se recubrió con la tolerancia del profeta Job (año 500 a.C.), un vecino del Reino de Edom (entre Jordania, Israel, Arabia y Siria), quien padeció una penosa dolencia de la piel y perdió a sus diez hijos (7 varones y tres hembras), sus ovejas, bueyes, asnas y otros bienes materiales, conforme relatan el Antiguo Testamento de la Biblia y el Corán. Mantuvo, inquebrantable, su capacidad emocional, su fe, seguridad y juramento a Dios. Por esa razón trompeta como un prototipo de resignación.
“Paciencia, todavía no hemos sufrido hasta tener que derramar sangre”, peroraba. “Animo, que nosotros sufrimos menos que ellos, porque aquí estamos bajo techo, pero allá en cambio ellos tienen que pasar estas noches tan frías de invierno ahí a la intemperie, con sus perros y sus piedras y su pólvora. Tenemos que comprenderlos porque son pobre gente sin instrucción religiosa. Si nosotros no tuviéramos una ayuda especial de Dios que nos protege, estaríamos haciendo tonterías peores a las que ellos hacen. ¡Bendito sea Dios que no permite que nos rebajemos hasta portarnos tan villanamente como lo están haciendo esas pobres gentes!”.
¿Qué hacía el patriarca sin poder conciliar el sueño “con tanta bulla y tan gran desorden”?
Ante tal circunstancia, como siervo del Creador del Universo, se levantaba de la cama y rezaba por quienes lo agraviaban directamente, y por el que dirigía la acción. Y, adicionaba, que los malos espíritus se alejan con la oración y el sacrificio.
Como atraído por la buena vibra, un auspicioso día el orquestador de la campaña difamatoria se tropezó en una calle de la ciudad con Francisco de Sales, quien “lo saludó con tal cariño y le dijo tan simpáticas palabras de aprecio y benevolencia, que aquel pobre hombre se quedó como caído de la Luna. Jamás se había imaginado una reacción así en un hombre que había sido provocado y desafiado noche tras noche a encolerizarse contra él. Su cambio de conducta fue total. Y más tarde les decía a sus amigos: “La amabilidad y la bondad del Obispo de Sales en aquel encuentro conmigo, me hizo más provecho que si hubiera asistido a cien sermones” (1).
Francisco de Sales (Francia 1567-1622) obtuvo un doctorado en derecho civil y derecho canónico y teología en la Universidad de Padua, en Italia, en 1592. El 18 de diciembre de 1593 fue ordenado sacerdote, evangelizó a los protestantes de la región de Chablais, en Ginebra, El 8 de diciembre de 1602 fue consagrado obispo de Ginebra, y en 1865 tomó posesión de la diócesis en Annecy.
Con la célebre frase de que “en esta vida, la paciencia ha de ser el pan de cada día”, se reserva como una “figura decisiva de la reforma católica”, “fue recibido y apreciado por grandes personalidades, tales como el Rey Enrique IV o el Papa Clemente VIII. Con su humanidad sonriente, conquistaba los corazones de todos” (2), y “no deja de asombrar que después de 350 años de su muerte, sus obras se sigan estudiando, y se publiquen sobre él libros de gran interés” (3).
Francisco de Sales, quien abriga como el santo de los periodistas, escritores y sordomudos, glorifica como un arquetipo de conservación de la calma y la benevolencia en la resistencia. Irradia paz en la humilde sencillez y otras virtudes cristianas. Templa como un reformador católico durante el renacimiento del siglo XVII y un modelo de desaire a las calumnias, aunque ahora ya existen leyes a las cuales se puede acudir para salvaguardar la honra en la tonada de la civilización evangélica.
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Citas bibliográficas:
1.- Sálesman, Eliécer, “San Francisco de Sales: el santo de la amabilidad”, editado por los Salesianos de Colombia,1990, pág. 439.
2.- Bernard Sesé, “Vida d e San Francisco de Sales”, impreso en Artes Gráficas Gar Vi, Madrid, España, 1995, pág. 7.
3.- Canónico F. Vidal, “Francisco de Sales: el santo de la bondad y la alegría”, Ediciones Don Bosco Argentina, 1984, pág. 5.
Cordialmente,
Oscar López Reyes
Periodista-mercadólogo, escritor y artículista de El Nacional,
Ex Presidente del Colegio Dominicano de Periodistas
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