Oscar López Reyes.
Si -como en su primer año de gobierno- mantiene o amplía la gallarda lidia contra la indecencia depredadora estatal, sin asuntar los consejos de ultraconservadores/derechistas cómplices para que sea sepultada, en el pedregal de la argucia/armisticio/trampa de que garantiza la gobernabilidad, Luis Rodolfo Abinader Corona se catapultará como el Gran Dragón Chino (simbolización: pionero, guerrero, guardián, honor y éxito) a la dominicana, y será un imprescindible referente histórico. Timbrará como su más preciado legado.
El poderío influenciador de cúpulas empresariales y políticas amamantadoras del mermejo peculado contraía, por segundos y minutos, la presión diastólica y sistólica del corazón de una inmensidad de criollos, por el temor de que el jefe de la Nación fuera seducido momentáneamente en el espinoso tópico del Ministerio Público. Pero no está siendo así.
Despeja esas dudas cuando, en el acto celebrante del primer aniversario de su mandato palaciego, anunció que esa independencia no será efímera, sino irreversible, por lo cual legislativamente apalancará en los días próximos un proyecto para reformar la Constitución de la República.
Con la colocación a mano suelta de Miriam Germán Brito, Yeni Berenice Reynoso y Wilson Camacho como máximos incumbentes de la persecución de la corrupción administrativa, Abinader ha tenido la inédita oportunidad histórica de empezar a descalabrar una añeja estructura perversa, que auspicia que un suplidor del Estado -Maxy Montilla- acumule, espectacularmente en corto tiempo, una fortuna de tres mil millones de pesos, cuyo embargo ha sido ratificado por un juez.
Tenemos que grabar las palabras del jefe de Estado, para dar seguimiento a este capítulo de la breña social: “La lucha contra la corrupción y la separación de poderes, no pueden depender de la buena voluntad de un Presidente (…) Voy a proponer este mismo año una reforma de la Constitución que haga imposible que se pueda volver a la situación anterior y que consolide definitivamente, junto a otras conquistas, la independencia del Ministerio Público”.
Y ondeó con vehemencia que para afianzar y hacer más efectiva la reforma de la transparencia y la institucionalidad, garrocha de la corrupción y crespón de la impunidad, junto a la independencia del Ministerio Público presentará proyectos de leyes para modificar la Cámara de Cuentas y la Contraloría de la República.
Para no desviarse de su objetivo, cumplir su promesa en las argollas discursivas y trillar en firme el camino trazado, ayudará que someta este año, tal como lo anunció, el proyecto -sólo con la modificación del Ministerio Público- a las cámaras legislativas. Si en el terreno las fuerzas vivas acuerdan, por circunstancias atendibles, su postergación para el 2023 o el 2024, ¡bienvenido sea! Más adelante tendrá que ser conocido en el Congreso, pero ya se puso en práctica la iniciativa.
Y si el Poder Ejecutivo lo presenta acompañado de los proyectos de estructuración de la Cámara de Cuentas y la Contraloría General de la República, demuestra que se trata de historia y no de historieta.
Al apostillar que la metamorfosis no dependerá de la buena voluntad de un Presidente, por la cortedad del tiempo le faltó citar la frase proverbial del filósofo griego Aristóteles (384-322 a.C.): “Una golondrina sola no hace verano”, en su obra “Etica a Nicomaco”, y popularizada por el novelista y poeta español Miguel de Cervantes Saavedra, en su libro “El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha”. Vale interpretar: “Un dedo no hace mano”.
Triturar o menguar los sobornos y la venalidad implica una doble triangulación. Partiendo de la pieza oratoria presidencial, el Poder Ejecutivo se compromete, como árbol o cigüeñal, a trabajar con el Ministerio Público (1), la Contraloría (2) y la Cámara de Cuentas (3). Son fichas claves en el tablero de los controles administrativos, la educación ciudadana y las denuncias para la investigación.
En ese vértice, para potenciar los esfuerzos en la liza por la minimización de esa pandemia, apremia la declaratoria de tres poderes esenciales:
1.- El Poder Legislativo, censurado acremente por los denominados programas de “asistencias sociales”, los sobornos para aprobar, mutilar o rechazar proyectos de leyes y la dilación o boicot de leyes medulares;
2.- La Suprema Corte de Justicia, permeada por la influencia peledeista, el cohecho especialmente por narcotraficantes, y las falencias del Código Penal y del Código Procesal Penal, y
3.- El Poder Electoral, atiborrado de las denuncias y querellas por la malversación de fondos por la insaciable partidocracia, y su inacción sobre la continua compra de votos.
La corrupción se entronca como el fenómeno societal más complejo, y como la principal preocupación de los ciudadanos. Sus causales, como la psicopatología o sociopatía, y los múltiples daños que provoca en la boina de la impunidad, reclaman ética hogareña, disciplina individual y social, aprehensión judicial, mejoras en el ejercicio legislativo, con más efectivas leyes de transparencia, y más acceso a la información y la comunicación en los servicios públicos.
Consensuar, aprobar e implementar las 12 reformas propuestas por el presidente Abinader demanda recorrer un camino de más de cuatro años. Y la concretización de esas aspiraciones está supeditada a los indicadores de resultados globales…
Cordialmente,
Oscar López Reyes
Periodista-mercadólogo, escritor y articulista de El Nacional,
Ex Presidente del Colegio Dominicano de Periodistas
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