Rocío Díaz.
Las redes sociales están supuestas a ser espacios para expresarnos libremente, explorar temas, entablar conversaciones, promocionar servicios y ampliar nuestra red de conocidos y contactos profesionales.
De un tiempo a esta parte, sin embargo, se está dando un fenómeno tan curioso como peligroso: se manda a callar gente que se expresa de manera contraria a las corrientes dominantes.
De repente, las redes se han convertido en un bastión para grupos específicos que defienden causas igualmente específicas. Así agrupados, con apoyo implícito de estas plataformas, agreden y excluyen a cualquiera que insista en expresarse continuamente en términos contrarios.
Se ha visto el fenómeno con temas de inclusión, minorías y estilos de vida no convencionales. Con ayuda de las redes sociales, se ha creado un mundo donde todo es motivo de ofensa, donde se invocan derechos inexistentes, donde las cosas se han invertido y donde los extremos son celebrados.
Hasta ahora, hemos abordado este tema de la falsa libertad de expresión desde el punto de vista de la sensibilidad exagerada que surge de lo políticamente correcto, pero igual se da a niveles que son aún más peligrosos y nefastos.
La corriente dominante siempre tratará de imponerse y limitar a la corriente opuesta, ya sea mediante la imposición de mordazas, el pisoteo deliberado o la ignorancia de sus reclamos o denuncias.
En este mundo de redes sociales, esas corrientes dominantes cuentan con mecanismos para hacer sentir su imposición. Hay casos donde los que están en posición de poder se limitan a bloquear a aquellos que les resultan molestosos.
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