Oscar López Reyes.
Remontado en el primaveral ciclo existencial, profusas son las predicciones y profecías sobre el advenimiento de cielos oscuros en los pétalos de luz diurna, boyante en partículas atómicas que acabarían con la vida en un planeta de secretos misteriosos. Las señales advierten que aceleradamente se aproxima el apocalipsis: el exterminio de la raza humana o juicio final divino.
Predicadores con trompetas, santos, papas, monjes, videntes, geólogos, matemáticos, astrónomos, astrólogos, filósofos, cosmólogos, numerólogos, arqueólogos, teólogos y otros místicos religiosos hicieron 58 pronósticos entre 741 a. C. y 1900, y 35 entre 1900 y 2021. Desde 1669, cientos de miles de feligreses han estado tan seguro de esa cercanía que se han inmolado en el suicidio.
Como un inminente cataclismo se vociferan el denominado Mito de las 12 águilas, el Anticristo o el Diablo, el retorno de Jesucristo, cuyo advenimiento se espera PRONTO desde hace más de 500 años; el surgimiento de otras religiones, la alineación de planetas, que incitaría los rayos ultravioletas del Sol, con una tormenta y/o superllamarada; una reversión geomagnética (cambio polar o en la rotación de la tierra), una ocupación de extraterrestes que traerían enfermedades letales y no resistibles, el Armagedón y la colisión o estrellamiento de un asteroide, meteorito o cometa sobre la comarca terrenal.
Evangelizadores y científicos vaticinan también que la actual civilización sería barrida de un soplón por un oleaje de calor excesivo engendrado por la acumulación de gases invernaderos, el agotamiento de los recursos naturales, la destrucción de la capa de ozono; por plagas, un terremoto, una hambruna, una hostilidad nuclear, un agujero negro que se tragaría a la Tierra, el diseño de virus genéticamente modificados, que matarían a las personas, o por el advenimiento de la guerra santa global, con la intervención divina.
Las últimas profetizaciones señalaron que el fin de los tiempos sería el 21 de diciembre de 2012 y el 21 de junio de 2021, en sueltos interpretativos fundados en el antiguo calendario de los mayas sobre el solsticio de invierno en 2012. Ni una sola institución de prestigio, como la Nasa, ha pronosticado un apagón universal o alineaciones planetarias, la aparición de “una enana marrón” o planeta Nibiru, ni el estremecimiento, como el ocurrido hace más de 65 millones de años, que fulminó a los dinosaurios.
Esos presagios sobre la extinción masiva de la raza humana, en columpiadas esperanzas mesiánicas o religiosas y teorías pseudocientíficas, han sido incumplidas. La historia del cese del orbe ha sido recogida en más de 50 libros, que citan desde la proliferación de la maldad, el entibiamiento de la ternura y la paranoia del número de la bestia malvada.
Como señales demónicas, predicadores del cristianismo, el budismo, el islamismo, el judaísmo, el bahaísmo y los adventistas del séptimo día insisten en la Biblia: “se levantará reino contra reino”, y refuerzan sus sermones hasta cuando -en el 2018- el presidente Donald Trump trasladó la embajada de Estados Unidos en Israel a Jerusalén. Un estudio del Centro de Investigaciones Pew reveló que 1 de cada 5 norteamericanos sin adhesión devota, y cerca del 40 por ciento de los adultos están seguros que antes del 2050 Jesucristo retornará a la Tierra.
Los augurios de los siglos medievales se han reproducido y ahora, en la post-modernidad, los más fatales han sido fijados para el 2025, 2028, 2032, 2038, 2039, 4006, 5006 y 5078.
Sin descartar a tajatablas los precedentemente mencionados, y sin ser un oráculo, las amenazas más posibles son tres: una catástrofe ecológica, una guerra nuclear y un virus.
APOCALIPSIS CLIMATICO. Las Naciones Unidas, el Banco Mundial y la Organización Meteorológica Mundial han avisado que tendrán una secuela devastadora, casi apocalípticos, los niveles récords en las emisiones de carbono y el cambio climático. Por consiguiente, no aseguran que el planeta continuará poseyendo la capacidad de chupar la desbordante cantidad de estos gases de efecto invernadero.
También echan de ver que si no se acorta el deterioro por el cambio climático, muchas islas pequeñas no podrán avalar la vida de sus habitantes, y que una parte estará compelida a emigrar, justamente como acontece con los vecinos haitianos. Advierten, igualmente, que el calentamiento global está afectando la agricultura, los recursos hídricos, la salud humana, la biodiversidad y los servicios; que nuestros hijos heredarán un mundo diferente y que las islas, como la República Dominicana, son las más vulnerables.
Las altas temperaturas están aniquilando la biodiversidad: se reducen los bosques y los campos lucen más desiertos, los mares aumentan; la primavera se adelanta, el otoño se dilata y los inviernos son más breves, pululan olas de calor y lluvias, y las aves huyen. Las sequías son más prolongadas, los incendios y erupciones volcánicas más abrasadores; escasea el agua, baja la producción de alimentos, los destellos del Sol son más lentos y la órbita de la tierra alrededor de esta estrella cambian con regularidad, y habitantes de varios países andan con mascarillas.
BOMBAS NUCLEARES. Repican los tambores de una riesgosa conflagración bélica universal, en la modalidad de guerra biológica y química. El peligro decanta como claro y real, y los científicos sostienen que esa contienda con armas nucleares, con plutonio y uranio, representa la más alta probabilidad para escribir el último capítulo de la humanidad.
Rusia, en primer lugar; Estados Unidos, en segundo; China, Francia, Reino Unido, Pakistán, India, Israel y Corea del Norte cuentan con unas 15 mil armas nucleares, con capacidad para destruir inmediatamente, varias veces, todas las ciudades del planeta. Esta carrera armamentista empezó en la década de 1940, durante la guerra fría, y la potencia de aniquilación es tal que ha devenido en un disuasorio militar, porque hasta ellos serían víctimas de la gravedad de una lluvia reactiva.
Las superpotencias y naciones más poderosas se han mantenido en máxima alerta de guerra y luz verde para lanzar ataques nucleares a gran escala contra sus adversarios, para borrarlos del mapa universal, con interceptores de misiles, bombarderos estratégicos, maniobras militares con batallones especializados en ataques químicos y aviones no tripulados. Implementan programas de armas nucleares para proteger su soberanía de una posible invasión militar del enemigo.
PANDEMIA MORTIFERA. El astrofísico Stephen Hawking (1942-Inglaterra-2018), una de las figuras científicas más acreditadas de finales del siglo XX y comienzo del siglo XXI, sostuvo en el 2001, en una entrevista con el The Daily Telegraph, que una pandemia puede diezmar a la raza humana. Enfatizó que “para medrar, el virus está obligado a mutar” y que, con una nueva mutación, puede resultar extremadamente agresiva si los efectos del virus en cuestión son mortales”.
El más célebre científico desde Albert Einstein, sostuvo que, a través del proceso que denominó co-evolución, un virus puede afectar a sus hospedadores y desarrollar una resistencia natural a sus efectos y que el sistema inmunológico de sus hospedadores no está preparado para combatirlo. “El peligro es que” -expuso- “accidental o voluntariamente, se cree un virus que destruya” a la civilización humana.
Los virus pendémicos han socavado a las sociedades: la peste negra o bubónica (1347-1351), nueva peste negra (1885-1920), la gripe española (1918-1920), gripe asiática (1957-1958), la gripe de Hong Kong (1968), VIH (Década de 1970-2022), Ebola (1976-2022), Sars-Covid (2002-2003), la gripe H1N1(2009-2022) y Mers-Covid (2012-2022), que han provocado más de 500 millones de muertos.
Concluyentemente, puede ser cierto o no que el mundo se acaba para el que se muere. Altos riesgos se ciernen sobre el globo terráqueo, y son concretas las posibilidades de que en este o en los próximos siglos uno de ellos ponga un punto de cierre a la humanidad, o una parte de ella, en 600 o mil años, como presienten los geofísicos más connotados.
Si partimos del hecho biológico de que todo nace, crece, se reproduce y muere, en algún momento asistiremos al fin del mundo, y a través de novelas, cuentos y ensayos científicos se diseñan escenarios sobre cómo podría ser este aterrador acontecimiento.
¿Se cumplirán los presagios de los profetas antiguos y los más versados sobre el advenimiento de un cataclismo?
Cordialmente,
Oscar López Reyes
Periodista-mercadólogo, escritor y articulista de El Nacional,
Ex Presidente del Colegio Dominicano de Periodistas.
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