Oscar López Reyes.
Tras ladearse la banda presidencial, el 16 de agosto de 1982, el socialdemócrata Salvador Jorge Blanco trasladó su despacho a la tercera planta del Palacio Nacional, para no sentarse en el sillón, no papelear en el escritorio ni mirar las lúgubres siluetas del baño de la segunda planta, donde un mes y 12 días antes (4 de julio) se había suicidado el presidente Antonio Guzmán Fernández. El nuevo mandatario calentaba su asiento, puntualmente, a las 7:30 de la mañana, y por lo común los jueves por la mañana conversaba con los reporteros.
Los periodistas nos apretujábamos en la oficina de la Dirección de Información y Prensa de la Presidencia, en la segunda planta, cobijo del despacho de su director; los empleados de ese departamento y de los que cubrían la fuente palaciega. Ahora se identifica como salón Orlando Martínez, y ese espacio físico pertenece, exclusivamente, a los informadores públicos.
Oscar López Reyes detrás de Salvador Jorge Blanco y Jacobo Majluta el 28-05-1984.
Cuando Jorge Blanco se posaba en su asiento, en su escritorio reposaba un resumen de las principales noticias de los periódicos. Diariamente recibía a su director de Información y Prensa, y al incumbente de la Dirección Nacional de Investigaciones (DNI). Cada jueves contestaba preguntas de los periodistas al término de las Audiencias Populares, organizadas en el Palacio Nacional y en gobernaciones de distintos pueblos, donde llegábamos en un minibús presidencial.
Entonó como un presidente repelente, y con frecuencia les enrostraba, jocosamente, errores y fallas, alimentado por el secretario de la Presidencia, Hatuey Decamps, a quien le gustaba zaherir y con sus frecuentes controversias pateó su proyecto presidencial.
Tantán, tantán… refresquemos una ventana entreabierta en un cristal empañado por un vapor de agua, en el barullo de una noche calurosa. El botonazo presidencial relumbró en un banquete vernáculo sin juglares ni trovadores, pero rebosante de indisposición y molestia.
En la nocturnidad del viernes 16 de septiembre de 1983, el jefe del Estado participó, acompañado de su esposa Asela Mera y José Cabrera, director de Comunicación y Publicidad de la Presidencia, en la Tertulia de El Nuevo Diario, que tuvo como escenario la terraza de la residencia del presidente de ese rotativo, Bienvenido Corominas Pepín, en el ensanche Piantini. Los cuatro yacen en el vergel paradisíaco.
El mandatario enumeró los complejos habitacionales y otras obras de infraestructura que su gobierno construía en Barahona, Sabana Perdida, Los Alcarrizos, Santiago, San Pedro de Macorís y otros lugares, y cuando este servidor le contradijo, como interlocutor de la Tertulia, incómodo comenzó a quitarse un botón de su chacabana blanca, en una reacción nerviosa inconsciente. Al percatarse de su proceder, por las miradas azoradas, como la del mayor general Manuel Nolasco (E.P.D.), jefe del Cuerpo de Ayudantes Militares del Presidente, dio marcha atrás y empezó a re-abrocharse, sin que se suspendiera la conversación. En ese instante, se tiró un bocado.
En ese encuentro estuvieron presentes, por los anfitriones, Doña Carmen de Corominas (E. P. D.), Héctor Corominas y Ernesto Romero, y por El Nuevo Diario Juan Bolívar Díaz, director ejecutivo, y Ada Wiscovitch; Quiterio Cedeño, Persio Maldonado, Héctor Tineo, Víctor Méndez (E. P. D.) y este servidor. Fotógrafo: Pedro Guzmán.
El 24 de septiembre, Quiterio Cedeño, ejecutivo de El Nuevo Diario, reseñó, en la entrega número 5 (la última) de la Tertulia (página 16), que “yo pienso que el INVI ha perdido un poco su naturaleza social, dice Oscar López. Y Salvador prácticamente le quita la última palabra de la boca”.
Botonazo…las hebillas salen de los huecos de la camisa, como desafiandolo a una pelea…
“-Pero ven acá (un poco airado) ponte a ver en el pasado ¿cuántas viviendas dejaron gobiernos anteriores en Villa González? Y te vas a encontrar ahí en Santiago con más de 50 ó 100 viviendas totalmente paralizadas, que el gobierno anterior tampoco pudo afrontar; vete a San José de Las Matas en la antigua mansión presidencial, se hizo un barrio y hay más de 100 viviendas que están levantadas y abandonadas, y el Millón y así sucesivamente, viviendas que no se han podido concluir ni en el gobierno anterior ni ahora porque desbordan los límites originales…. No me vengas a enrostrar eso a mí. En un año nosotros hemos hecho más que otros en varios años con menos recursos, con menos facilidades…”.
El periodista Cedeño narra que “Oscar vuelve a repetir su cuestionamiento y va ahora más directamente a su preocupación. Aunque sin atreverse a ser muy agresivo, dice: pero están sumamente caras las viviendas del INVI…”.
“- Anda a ver las viviendas de INAVI en Nagua ¿Tú fuiste a verlas? Entonces tú no puedes hablar, son apartamentos por debajo de 4 mil pesos en buenas condiciones, básicamente donados a los pobladores de la playa, promesa que hicieron todos los gobiernos anteriores y que ninguno había cumplido ¿Tú no sabías eso, eh, tú no lo sabías?...”.
“López Reyes está un poco desconcertado. Mira a Quiterio y a Juan Bolívar, ante la serie de cuestionamientos rápidos que le está haciendo el Presidente”.
- “…Adiós, y qué edad tú tienes?...
-“29 años, responde sin mucho ánimo Oscar.
-“No, tú tienes que saberlo.
-Lo que pasa es que yo tomo como referencia a INVIVIENDA… (El proyecto del INVI en la zona Este con más de 7 mil unidades habitacionales sobre la avenida Charles de Gaulle).
-Tú estás mal entonces…
“La conversación giró unos minutos más alrededor del plan de viviendas del Gobierno. El presidente comenzó y terminó defendiendo segundo a segundo esa actividad de su administración, mostrando una vez más que ciertamente tenía razón Víctor cuando al introducir el tema lo planteó como uno de los aspectos que se consideran más resaltantes de su primer año en el Palacio Nacional”.
Dos pareceres del periodista: “yo pienso que el INVI ha perdido un poco su naturaleza social” y “pero están sumamente caras las viviendas del INVI…” arrancaron 206 palabras, en 6 cortes, en el ribete de la incomodidad presidencial. ¿Fue o no un exceso…? Ese es un engendro de las perturbaciones del poder.
Este primer momento del disfrute de las mieles del Estado con el presidente Jorge Blanco duró cuatro años (1982-1986), que le agobiaron por las conflictividades políticas y socio-económicas.
Y el segundo trance, transformado en el suplicio y la amargura, comenzó con su despedida del Palacio Nacional y se extendió hasta el fallecimiento del ex mandatario.
Luego de desvestirse como el mandante número 1, el gobierno de Joaquín Balaguer le formuló a Jorge Blanco 38 imputaciones penales, como vender a las Fuerzas Armadas, a través de personas relacionadas, bienes sobrevaluados por 25 millones de pesos. Por esa acusación se le redujo a prisión en el presidio preventivo del Ensanche La Fe, donde en dos ocasiones le visitamos solidariamente, en compañía de Wilson Gómez Ramírez. Junto a José Cabrera, Leonel Almonte y el ex secretario de las Fuerzas Armadas, Manuel Antonio Cuervo Gómez (E. P. D.), le observamos entretenido en el juego de dominó. Las visitas de sus ex funcionarios fueron escasísimas.
Por inconvenientes diversos, entre ellos el tormento, Jorge Blanco sufrió un espasmo cardíaco, y el 8 de mayo fue internado en la clínica Gómez Patiño, hasta el día 14 del mismo mes. Asistíamos a ese centro médico de la capital para publicar crónicas en el matutino Hoy, que estimamos ayudaron a la sensibilización gubernamental para que le concedieran un permiso para viajar y recibir tratamientos médicos en Emory University Hospital de Atlanta, Georgia, Estados Unidos. Cuando fue ingresado a la ambulancia, lo vi con los ojos cerrados, como si estuviera inconsciente, y le seguimos por un amplio tramo en su ruta hasta el aeropuerto Las Américas.
La sentencia estaba consumada de antemano, por la aversión aupada por la desautorización de un permiso por el presidente Jorge Blanco para que el ex mandatario Joaquín Balaguer se desplazara internamente en un helicóptero. La condena a 20 años de prisión fue evacuada el 16 de noviembre de 1988 (en un juicio de apenas diez días), durante su estadía en el citado Estado norteamericano. Apeló. El dictamen fue revocado en 1989. Nuevamente en 1991se le castigó a 20 años. Y fue anulado en el 2001. Su pesadilla terminó con el retiro de la acusación o indulto por su compañero del PRD, el presidente Hipólito Mejía.
Injertado en el precedente y erizado episodio, y en otros similares, inferimos en un compuesto de dos ágoras: 1) un periodista salva y hunde, y 2) quien se pelea con un periodista tendrá una filosa espada en el cuello, que puede accionarla en el momento que estime oportuno. Al preguntar por qué un versado analista no le saca el guante del pecho a una connotada figura pública, un colega nos respondió: él lo maltrató. El periodista olvidó que la búsqueda de la verdad, el auxilio de la justicia y la objetividad son los cimientos del periodismo ético.
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