miércoles, 20 de julio de 2022

El efecto pigmalion en la política y en el marketing

Juan Francisco Melo.


Antes de empezar a hablar de su importancia y para ayudar a su comprensión, es necesario conocer su origen, que viene de la antigua Grecia. El efecto Pigmalion nace a partir del mito griego, en el que un escultor de nombre Pigmalion se enamoró de una de sus creaciones: Galatea.

Cuenta la mitología griega que el artista llegó a tal perfección escultórica con su obra que llegó a tratarla como si fuese una mujer real, como si estuviera vida. La escultura llegó a cobrar vida después de un sueño de Pigmalion y gracias a la intervención de la diosa del amor, Afrodita, que al descubrir el sentimiento profundo de amor del escultor hacia su obra, se apiada y le da vida a la escultura.

Más allá de la leyenda que da nombre al efecto Pigmalion, en la actualidad se encuentra toda una teoría psicológica y de marketing, cuya aplicación ha tenido cabida en infinidad de campos y áreas del conocimiento.

Al igual que el escultor griego superó lo que esperaba este de sí mismo al crear una escultura perfecta, se ha demostrado que la confianza que los demás depositen sobre cada uno de nosotros tiene efectos determinantes sobre lo que podamos llegar a ser, sobre nuestra capacidad para fijarnos y lograr nuestros objetivos.

Si traemos a nuestros días el efecto Pigmalion, la psicológica entiende este como un principio de actuación originado a partir de las expectativas que los demás tienen sobre nosotros, es decir, cómo el entorno ajeno a uno mismo influye y determina lo que cada persona por si mismo puede llegar a conseguir.

Escultura de Falconet de 1763 Pigmalión y
Galatea (Walters Art Museum, Baltimore)
(Fuente Externa)
Esta teoría observa que si un individuo percibe que se le valora de forma negativa, ese mismo comportamiento será reflejado en sus acciones, convirtiéndose estas en un fiel espejo de lo que las personas que rodean al individuo piensan sobre si mismo.

Si está persona, por el contrario, advierte que los demás tienen sobre ella una visión positiva y que depositan cierto grado de confianza, su actividad y su desempeño mejorarán y reforzará su autoestima.

La teoría del efecto Pigmalion ha sido aplicada a infinidad de campos, en el campo del marketing y la política ha venido a explicar en los últimos años, a partir de herramientas y técnicas científicas como es el funcionamiento cerebral, dando así explicaciones científicas, a ciertas creencias que se habían explicado a partir de la simple observación o desde el punto de vista psicológico.

Este descubrimiento ha comprobado que el funcionamiento de nuestro cerebro está influenciado por las personas que nos rodean, en el sentido de que los pensamientos que tengamos sobre las percepciones que los demás puedan tener sobre nosotros activan ciertas áreas cerebrales que puedan favorecer un comportamiento u otro por tanto el éxito o el fracaso de nuestro propio desempeño en cualquier área de la vida.

Las investigaciones en el campo de la neurociencia, se ha llegado a obtener una explicación biológica de nuestra tendencia a actuar en función de lo que los demás esperan de nosotros.

Al igual que las neuronas espejos explican que el ser humano tiende a repetir los comportamientos de sus congéneres sin plantearse si esa es la mejor opción, cuando percibimos que existe una idea sobre nuestro éxito o fracaso en una determinada actividad, de manera inconsciente, actuamos de tal forma que nuestras acciones llevan a lograr ese resultado.

Se ha determinado que cuando otros seres humanos confían en nosotros, nuestro cerebro libera una hormona que se llama oxitocina, a la que algunos han determinado hormona de la confianza u hormona del amor.

Esta sustancia produce una serie de cambios que permiten sentir más confianza entre nosotros mismos y en nuestros compañeros de partido.

En el marketing, en psicología, sociología y en la política el efecto Pigmalion tiene una influencia cerebral y mitológica, usted puede ignorar el efecto Pigmalion, pero hágalo bajo su propio riesgo.

Juanfmelo.

 

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