Oscar López Reyes.
El periodista, maestro, filólogo y humanista Pedro Henríquez Ureña (1884-1946), precursor de los estudios lingüísticos científicos de la República Dominicana, en 1940 definió El español en Santo Domingo como “una gran lengua viva”, y apostilló que, como ella, “ninguna región conserva tantas” expresiones (“palabras, giros, frases proverbiales y refranes” de “aire antiguo”) (1). ¡Admirable apreciación!
Empero, el crítico literario y autor de la Utopía de América alojó entre sus ojos que la lexicografía madre del español criollo “va quedando arrinconado poco a poco en la marcha actual de la lengua”. ¡Anticipada, esa predicción! Casi un siglo después estará siendo perforado por el hacha del inglés, en la manga de los vientos de la norteamericanización y la más apagada escala de valoración idiomática por oriundos.
El español dominicano, confluencia de las lenguas indígenas (cazabe, barbacoa y hamaca), arcaicas (bravo, guayar y zoquete), españolas (botar, embicar y fregar), africanas (cachimbo, macondo y mangulina), haitianas (rebú, carabiné y baquiní) y anglicismos o inglés (brasier, folder y cachú), se desplegó como el primer dialecto castellano hablado en el Nuevo Mundo, derivado de las regiones españolas Andalucía y Canarias, desde donde salieron las flotas con expedicionarios hacia América.
En esa evolución, “España constituyó la fuente original que sirvió de base para la formación del español dominicano” (2), dialecto (cohabitación de varias lenguas), se subdivide en sociolecto, el vocabulario culto y popular en función de las clases sociales, y geolectos, que cubre tres zonas geográficas con modalidades dialectales: Santo Domingo/Este (predominio de la fonética L), Norte (intercalamiento de la letra I) y el Sur (señorío implosivo del fonema R).
La yanquerización del español dominicano ha cruzado cuatro fases, en el interregno de 200 años, o sea, entre 1824 y 2023.
Primer tramo: 1824-1915 (91 años). En el período de la ocupación haitiana (1822-1844), específicamente en 1824, arribaron a la parte Oriental de la isla de Santo Domingo, desde Estados Unidos, más de 6 mil negros libertos expulsados por la discriminación racial y la exclusión social, en virtud de un acuerdo entre los presidentes de esa nación, James Monroe, y el de Haití, Jean Pierre Boyer.
Asentados en Puerto Plata, Samaná y Santo Domingo, una porción de afrodescendientes (la otra regresó a Estados Unidos y falleció) y sus hijos hablaban y escribían en inglés, más allá de 1871, además del español y el francés.
En los años posteriores, adicionales a nombres y apellidos, se propagaron entidades con apelativos en angloamericano, como en el campo del béisbol, clubes de damas, del comercio y la cultura. En Puerto Plata, en 1872 existió el Yacht Club, en 1874 el Club del Comercio, en 1875 British Union Society, en 1881 el British Early Rose y en 1895 el Club Recreativo de Señoritas (3).
Análogamente, en 1898 surgió en Santo Domingo el Base-Ball Club, en 1903 el San Pedro de Macorís Sport Club, y en Santiago, en 1902, el Country Club y, en 1903, el Jockey Club. En Santo Domingo, en 1902 nació el Jockey Club, en 1908 The Surprise Society y, en 1912, Sport Club, Juventud Sport y Schamrock Crickt Club.
Apuntalando lo espetado, el autor Gregorio Elías Penzo Devers precisa que “En los años 1824 y 1825, con la llegada de 300 inmigrantes del Sureste de los Estados Unidos, especialmente de Filadelfia, la estrella nova del habla inglesa aparece en el orto lingüístico samanés, no como un dialecto, sino con el horizonte y soporte propio de un idioma”.
Y complementa que, “sin ninguna exageración podemos afirmar que hubo zonas geográficas de Samaná, especialmente las de habla predominante inglesa, donde el idioma vernáculo se abrió paso como un jinete que cruza la maleza haciendo trochas con su cuchillo de montería” (4).
Entre 1824 y 1915, en la parte Oriental de la isla de Santo Domingo se estrenaron los más originales anglicismos. Su énfasis en la pelota se derivó de la primera serie mundial de béisbol, el 2 de octubre de 1926, con los equipos de Grandes Ligas Yankees de Nueva York y Cardenales de San Luis. “Esta emisión narrada por Frank Hatton”, conforme crónicas de prensa, “sucedió 11 días después de la transmisión radiofónica del concierto, realizada por los miembros del Radio Club Santo Domingo desde el Hotel Fausto, frente al Parque Colón, que tuvo lugar el día 21 de septiembre de 1926 por su estación HIRC, como parte de sus primeras emisiones” (5).
En los anuarios ulteriores, vemos cómo el viernes 21 de abril de 1933, La Voz del Yaque, de Santiago, transmitió el juego pactado en el play Enriquillo, entre los eternos rivales Caribes y Gigantes. Y el primero de septiembre de 1934 también fueron radiados los partidos entre los visitantes del Licey, de Santo Domingo, y el equipo de Santiago.
Igualmente, en 1936 compitieron los equipos Licey y Escogido, representantes de la capital; Águilas, por Santiago, y Estrellas Orientales, por San Pedro de Macorís. En ese año y en 1937 fueron difundidos los pormenores del XIX campeonato del béisbol profesional, en el Gimnasio Escolar enclavado entre las calles Palo Hincado, José Gabriel García y Pina, y que fue demolido durante la construcción de la avenida George Washington. Y el 5 de octubre de 1938, Radio HIN divulgó la apuesta de movilidad recreativa de la serie mundial entre Chicago Cubs y New York Yankees, en Chicago.
La primera evidencia impresa del béisbol o baseball se registró en Inglaterra, en 1744, y en 1778 fue practicado en Estados Unidos, dos años después de independizarse como antigua colonia inglesa. En 1846 fue pactado el primer partido oficial de esa disciplina recreativa, y su propagación en República Dominicana a partir de 1926.
La observación primigenia de Pedro Henríquez Ureña sobre el desgarre del español dominicano se posó temprano: en 1940. En las primeras décadas del siglo XXI, su advertencia se ha encumbrado, poco a poco y de rato en rato, como una verdad de a puños.
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Citas bibliográficas:
1.- Henríquez Ureña, Pedro, “El español en Santo Domingo”, Biblioteca de Dialectología Hispanoamericana, Buenos Aires, 1940 (primera edición), Editora Taller, 1975 (segunda edición), Santo Domingo, Rep. Dom., pág. 4.
2.-Alba, Orlando, “Cómo hablamos los dominicanos: un enfoque sociolingüístico”, Colección Centenario, Grupo León Jimenes, 2004, pág. 17.
3.- Rodríguez Demorizi, Emilio, “Sociedades, cofradías, escuelas, gremios y otras corporaciones dominicanas”, Editora Educativa Dominicana, Santo Domingo, Rep. Dom., 1975, págs. 28-31.
4.- Penzo Devers, Gregorio Elías, “Historia de Samaná (Compendio) (1493-1930)”, Tomo I, Editora Alfa y Omega, Santo Domingo, Rep. Dom., 1992, pág. 110.
5.- Veras, Teo, “Las telecomunicaciones en América y República Dominicana. Origen y desarrollo”, Editora Corripio, Santo Domingo, Rep. Dom., 2009, pág. 244.
Cordialmente,
Oscar López Reyes
Periodista-mercadólogo, escritor y articulista de El Nacional,
Ex Presidente del Colegio Dominicano de Periodistas.
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