domingo, 10 de febrero de 2013

HISTORIA Y NOVELA EN LA OBRA DE PEDRO MIR



Escrito por: Miguel Ángel Fornerín

Mir trabaja una concepción de la historia cercana a Vico, Comte y Marx. En su primera obra, Mir busca una nueva escritura de la historia como buscaron los seguidores de “les belles lettres”, logrando una escritura donde la creación y la poesía se unen para romper los parámetros establecidos en la escritura de la historia. 

En Tres leyendas de colores, Mir logra una escritura histórica que desafía a la historiografía de su época; pero además, plantea un entrecruzamiento entre la poesía y la historia. Esta tangencia se convierte en eje fundamental de toda su poética. 

También Mir busca una crítica a los intentos de escribir la historia dominicana a partir de una periodización romántica. Estos intentos no pueden arrojar una teorización más contundente porque el escritor parte de las mismas raíces que critica. Su pensamiento retorna al origen del problema. Pero sobre todo, el elemento populista que existe en su pensamiento impide una teorización apegada a la teoría marxista de la historia.

Sus obras históricas permiten una lectura del contexto socio-histórico dominicano, caribeño y latinoamericano. Hay en Mir un gran empeño en estudiar los orígenes. Este afán manifiesta una concepción de la historia como espejo donde se puede rememorar el pasado, interpretar el presente y predecir el futuro. 

Estas concepciones históricas lo llevan a formarse una noción sobre el destino de la humanidad y en especial, el futuro dominicano. A partir de ella se conforma su práctica política. Por esta razón, la historia atraviesa sus textos poéticos. En estos se establece un juego entre lo literario y lo social. La ideología constituye en sus versos una parte fundamental del ritmo-sentido del poema que juega dentro de los niveles profundamente literarios debido a los variados recursos que el autor emplea.

El ritmo-sentido de sus textos se manifiesta a partir de un esmerado trabajo de la significancia donde el estrato sonoro sobre- sale gracias al empleo de aliteraciones, asíndeton, polisíndeton, rima, métrica y encabalgamiento; así como la disposición de adjetivos con relación a los sustantivos y la repetición de esquemas sintagmáticos. 

La poesía miriana juega también con imágenes cromáticas, metáforas, disposición de los versos en el espacio textual, rompiendo con el ordenamiento tradicional... Puede decirse que hay en su poesía una síntesis de las más conocidas y celebradas experimentaciones que han realizado los poetas en el último siglo.

La concepción sobre lo histórico-social ha permitido a este autor dominicano realizar una escritura narrativa en la que historia y poesía se entrecruzan y juegan con su concepción del lenguaje, de la historia misma y de la poesía. 

Los relatos de Mir ponen de manifiesto su afán de historiador, interés por la renovación literaria y el afloramiento de una prosa de raigambre poética. Esto está más logrado en su novela Cuando amaban las tierras comuneras. En esta obra Mir sobresale como uno de los pocos escritores dominicanos que ha podido trascender las fronteras nacionales con una de ficción. 

Cabe destacar en este reducido grupo a Manuel de Jesús Galván con Enriquillo, Juan Bosch con sus cuentos y Pedro Vergés con su novela Sólo cenizas hallarás (bolero).

Es importante señalar que en las últimas décadas la novelística dominicana ha tomado nuevos vuelos con las obras de Marcio Veloz Maggiolo, La vida no tiene nombre, Ritos de cabaret, Uña y carne; de Andrés L. Mateo, La otra Penélope y La balada de Alfonsina Bairán; así como las novelas de José Enrique García, Una vez un hombre, la de Guillermo Piña Contreras, Fantasma de una lejana fantasía, las de Frank Núñez, La brega y Dile adiós a la bohemia; El mal del tiempo de René Rodríguez Soriano, Génesis si acaso de Ángel Garrido y las de Pedro Antonio Valdez, Bachata del ángel caído y carnaval de Sodoma, que plantean un nuevo decir y unas nuevas maneras de narrar la realidad dominicana.

Por su realización, sus innovaciones, Cuando amaban constituye un trabajo de la escritura donde lo racional de las tesis históricas que se pretenden demostrar, la poesía de su elocución se unen a las principales innovaciones que se habían realizado en el boom de la novela hispanoamericana, iniciando un posboom como lo ha afirmado el crítico Antonio Benítez Rojo. 

En esta obra la ficción se maneja a la par con alusiones metapoéticas con envío de pretensiones científicas; donde se mezclan la poesía, el relato y el ensayo. Es una búsqueda de la totalidad de un cosmos a través de las formas de la escritura. Estas mismas características han sido observadas en la moderna novela hispanoamericana.

Se manifiesta en la obra de Pedro Mir el deseo de realizar una crónica donde historia y ficción se debaten en el terreno de la verdad y la creación. Desde sus Tres leyendas de colores, pasando por sus textos poéticos, Cuando amaban y ¡Buen viaje, tenemos la escritura de un pensador que busca realizar la crónica de una historia en particular. 

Este mismo deseo acompañó las obras del cubano Alejo Carpentier, hijo también de los acontecimientos que signaron a la Cuba de los años treinta. La obra de Mir es la escritura de una crónica que intenta abarcar el universo de una historia que gira desde la antigua colonia española de Santo Domingo, su entorno antillano y su contexto americano.

Esta búsqueda no se realiza a través de la caracterización de personajes, sino del deslinde de ideas fundamentales que preocupan al escritor-pensador. Más que una “crónica de un mundo enfermo” al estilo de Balzac o del puertorriqueño Manuel Zeno Gandía, Mir rescribe su mundo en la sospecha y la confirmación de un pensamiento. 

Creemos finalmente, que la obra de Mir se coloca dentro de los mejores textos literarios de la poesía, la narrativa y el ensayo dominicano, caribeño e hispanoamericano. Esta puede ser tomada para realizar una lectura del escribir y del pensar en nuestra cultura. Esta escritura prolífica, ecléctica en su realización y consecuente -generalmente- en su pensar, es el testimonio de un creador que ha puesto en tensión las ideas de su época, que ha subvertido el escribir, presentando innovaciones dentro de su cultura. Y que también ha logrado cosechar los frutos que dan los auditorios.

Su obra lo hace merecedor de un lugar destacado en la historia de la literatura hispanoamericana.

“Para mí la Historia es el fluir del tiempo. Es la Historia el registro de ese flujo del hombre en el tiempo. O sea, que este mismo acto que estamos realizando nosotros es un acto histórico que discurre con el tiempo y si no lo es se debe a que no ha sido registrado; pero en cuanto yo coja la máquina de escribir o la pluma o el papel y cuente cómo nos conocíamos o cómo hablamos, ya eso es la Historia. Lo que pasa es que tenemos la visión de que la Historia es el registro de los hechos del pasado; pero yo pienso que la Historia es simplemente eso. El fluir de la vida humana en el tiempo, no tengo que decir en el tiempo, porque al decir fluir es que se está desplazando en el tiempo. Lo fundamental de la Historia es la escritura, que ese hecho es escrito. Si ese hecho se hace, como se está haciendo ahora, se hace pasar por una máquina de grabación; no sé por qué no se llama Historia. Lo que pasa es que no es Historia escrita...” De “Miguel Ángel Fornerín, Entrevista a Pedro Mir.”

“Por ejemplo, que nuestra Independencia era de 1844. Yo creo que el 
proceso de Independencia fue muy complejo y que el primer acto de Independencia...Habría que definir qué se entiende por Independencia Nacional. Ese es un fenómeno histórico determinado. Una vez que ha sido definido ese criterio con el criterio que yo considero que ha de tenerse entonces se encuentra que la primera Independencia de la República Dominicana fue en 1809, porque la Independencia Nacional es siempre la Independencia de un país europeo. Y ese concepto aparece en Holanda cuando se separa de España. Y en América Latina todos los pueblos se considera que se independizan cuando se separan de España. 

Entonces, en la República Dominicana, la Independencia tiene lugar con la de Haití que se separa de Francia, porque era territorio francés cedido por España en virtud del Tratado de Basilea. Como los revolucionarios haitianos no declararon la independencia de todo el territorio, sino sólo de la parte haitiana, Ferrand, jefe de las tropas francesas, se amparó de esta parte, y mantuvo el poder de Francia en esta parte. De manera que cuando Juan Sánchez Ramírez lleva a cabo la eliminación del poder francés en esta parte de la isla, esa es la Independencia. Lo que pasa es que él cometió un error; fue que él le prometió a España que recuperara su soberanía sobre este territorio, cuando España la había cedido en virtud de un tratado y no podía violar ese tratado. No podía ocupar ese territorio que era territorio de Francia...” De “Miguel Ángel Fornerín, Entrevista a Pedro Mir.”



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