Escrito por: Luis R. Santos
En varios círculos, intelectuales, políticos y en medios de comunicación, he planteado la necesidad de que el Estado, a través del Ministerio de Cultura, establezca un subsidio a las librerías más tradicionales del país, porque corren el riesgo de desaparecer.
Son muchas las que han cerrado y otras subsisten a duras penas, sus dueños endeudándose, aferrados a sus pequeños negocios con la esperanza de que las cosas mejoren. Ha habido intentos para ayudar al sector del libro; esto es a las editoriales, distribuidoras y librerías, por medio de la Ley del Libro y de Bibliotecas, principalmente.
Pero sabemos que nuestro país está dotado de todas las leyes habidas y por haber; el problema radica en que no se aplican, que al paso de los días se convierten en letra muerta y hay que tener una voluntad muy fuerte para vivir peleándose con muchos sectores para lograr la aplicación de las partes fundamentales de cualquier ley. Con la Ley del Libro y Bibliotecas no ha sucedido algo distinto a lo acontecido con otras.
Cuando he hecho mi planteamiento en torno al subsidio a las librerías algunas personas se han reído en mi cara, otras me han dicho que soy un iluso. Y yo les he recordado que en este país el Estado bota al zafacón más de mil quinientos millones de dólares para subsidiar la energía eléctrica para beneficiar a clientes que se la roban pudiéndola pagar, y a clientes que la reciben gratis porque no los obligan a pagarla.
Aquí subsidiamos al Metro, a la Caasd, a los productores agropecuarios, a los empresarios del desorden del transporte, a empresas extranjeras, incluida la Barrick Gold. Y algunos se asombran y tildan de insensatez un subsidio a las librerías, que no pasaría de diez millones de pesos anuales.
La pasada semana la ministra de cultura francesa, Aurélie Filipetti, anunció un plan para proteger las librerías independientes. “Hace falta mantener el equilibrio entre los actores de la cadena del libro. Si esa red se desintegra, la economía de la edición en su totalidad estará en peligro”, aseguró. Y para evitar ese desastre informó que el gobierno galo destinará 5 millones de euros para la creación de un fondo de apoyo a las librerías con problemas de tesorería y aumentará de 4 a 7 millones las subvenciones al gremio de librerías que gestiona la asociación ADELC.
Se toman estas medidas, apuntó Filipetti, para evitar que Francia “corra la misma suerte que Estados Unidos” donde prolifera el cierre de librerías y cada vez hay más obstáculos para la creación y la edición. Los libreros franceses han aplaudido la medida.
Muchos argumentarán que República Dominicana no es Francia y tienen razón. Aquí la cultura es vista por las élites como un gasto innecesario y al 99 por ciento de la población este tema no le produce ni frío ni calor. Pero cuando una sociedad ignora algo tan trascendente para su desarrollo integral es a los actores de la cultura y principalmente a las autoridades oficiales que les corresponde levantar la voz y los puños para reclamar la atención debida al tema.
La Feria del Libro
Durante las discusiones del equipo técnico de cultura que trabajó en la campaña del hoy presidente Danilo Medina se planteó la necesidad de reorientar a la Feria Internacional del Libro de Santo Domingo y reducir su tamaño. Tengo entendido que las actuales autoridades del Ministerio de Cultura se encaminan en esta dirección y esta feria será más del libro que una feria del espectáculo y las muchedumbres.
Pienso que la Feria del Libro no ha tenido un gran impacto en el libro y la lectura porque se ha limitado a ser un evento en el que se invierten sumas millonarias y no se ha acompañado con campañas masivas de promoción del libro y la lectura. El fallido Plan Quinquenal del Libro y la Lectura fue un intento que se quedó en papeles, y el plan que ha anunciado el Ministerio de Educación conjuntamente con el de Cultura no logrará un despertar en los dominicanos respecto al libro.
Sustento esta apreciación en el hecho de que en una sociedad que no está motivada en torno a la lectura es necesario hacer proyectos de mayor calado y envergadura. La lectura, un componente de la formación cultural clásica, hay que vendérsela a esta sociedad tal como se le ha vendido la idea de que la educación es la base del desarrollo. Hay que recordarles a los dominicanos que educación y cultura son procesos siameses; que la cultura es parte elemental de la educación; que la cultura no es un lujo de engreídos y seres que se creen superiores.
El libro y la cultura en sentido general necesitan una movilización permanente de sus protagonistas; pero necesita ante todo que el Estado asuma el rol que le corresponde como responsable de todas las políticas públicas que buscan elevar la condición humana de los dominicanos.
El libro en los tiempos de Facebook y otros artilugios
A veces medito acerca de lo que está pasando con los niños, adolescentes y jóvenes adultos respecto al uso que están dando a las tecnologías que compiten con el libro y otros componentes esenciales de la cultura, y el pesimismo abruma. No hay maneras de que estas generaciones quieran dedicar una o dos horas semanales a la lectura. Están sumergidos en su mundo virtual y no quieren salir de éste.
Por eso es que insisto en la necesidad de grandes planes de promoción de la lectura en que se involucren las escuelas, las iglesias, los colegios privados, las universidades, las Fuerzas Armadas, la Policía Nacional, los ayuntamientos, llamados a jugar un papel de primer orden en materia cultural, las familias, todo bajo la égida de la institución llamada a comandar todos los esfuerzos en este sentido, el Ministerio de Cultura, que tiene que ser capaz de convertirse en el motor, en el líder que señale el camino, que trace las pautas.
Si no le ponemos atención a este problema seguiremos abonando el terreno para seguir engrosando esta sociedad discapacitada mentalmente que tenemos. Si no le damos ahora la importancia que el tema amerita dentro de unos años los esfuerzos tendrán que ser titánicos y la inversión de recursos cuantiosa.
Si aspiramos a tener en un futuro no muy lejano una sociedad más equilibrada en materia económica no podemos perder de vista estos temas que tienen que ver con eso que nos engrandece y nos hace estar mejor preparados para asumir los cambios y retos, que cada día son más rápidos y enormes.
Como iluso, aspiro a que en un tiempo prudente en cada parque municipal haya una caseta dedicada a la venta de libros. Estoy convencido de que si apareciera financiamiento a través de la llamada banca solidaria muchos serían los interesados en instalarlas y convertirse en pequeños empresarios. Aspiro a que en cada parada del Metro haya un kiosko dedicado a la venta de libros.
Pero el Ministerio de Cultura debe crear las condiciones para que estos libros les lleguen a estos centros de venta a precios asequibles para los posibles adquirientes. Aspiro a que el Estado le entregue un juego de libros a cada alfabetizado a través del plan de alfabetización Quisqueya Aprende Contigo, para que continúen entrenándose.
Y estoy convencido de que cuando el libro salga del terrible anonimato a que lo hemos condenado, cuando lo exhibamos, mucha gente empezará a mirarlo no como un objeto extraño sino como algo cercano y suyo.
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