Por CÁNDIDA FIGUEREO –Periodista, residente en Santo Domingo
El cuestionamiento anterior es muy frecuente en nuestro medio y no pocos tildan las leyes de ser letras muertas cuando equis situaciones no alcanzan el curso esperado por los espectadores.
Es entonces cuando las incongruencias son expresadas por multitudes que consideran que el curso de los acontecimientos estaba distante de ser el adecuado.
¿Es nuevo eso? ¡Claro que no! Desde Matusalén hasta la fecha han existido los crédulos y los incrédulos, cada quien con su propia teoría, lo que es bueno para pasar el rato.
Quiérase o no las leyes son necesarias para dirimir entuertos y favorecer a quienes realmente tienen la razón, pese a que es posible que algún afectado considere que no ocurre siempre lo que esperaban.
Hace un tiempecito que una de las juezas más creíbles del país, la doctora Mirian Germán Brito, expresó “que deja mal sabor cuestionamientos a jueces,” a propósito de cinco que en ese entonces fueron investigados por presuntos actos de corrupción en el ejercicio de sus funciones. (Diario Libre 18 NOV 2015).
Se dice que el Código de Hammurabi, que lleva el nombre de su creador, es la primera compilación de textos legales de la historia.
En fin, la ley “desde tiempos inmemorables” se aplica a la conducta del ser humano, pese a que históricamente no han faltado inocentes que han cumplido por error penas que corresponden otros.
Toda ley, aplicada a quien lo merece por faltas cometidas, es una forma de hacer entender que en un mundo de convivencia no se puede andar como “chivos sin ley”.
Existe un corolario de leyes para las diversas áreas. En retrospectiva vale citar la ley que Cristo estableció en su evangelio, la ley de Moisés y toda una retahíla que se encuentra por doquier. Leyes ¿Para qué? Para utilizarlas en su justa medida cuando se necesite.
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