Oscar López Reyes.
Si, como Jesucristo, el fundador del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) resucitara y se apareciera apuesto en su local de la avenida Independencia, en Gascue, y dijera “Yo, Juan, soy el que vio y oyó todas estas cosas” (1), alusivas a las inmundicias estatales y el retorcimiento de su pensamiento analítico/crítico para el enriquecimiento fraudulento, los actuales jefes de ese partido, ¿le mirarían a los ojos?, y ¿qué le responderían?
El ex presidente constitucional Juan Emilio Bosch Gaviño (1909-2001) comprendería que un grupo imputado de indignantes maniobras de corruptela, y otros que tienen sus barbas en remojo (sus nombres reposan en las puntas de las lenguas de periodistas bien informados), le tomaron los pelos y amasaron riquezas apelando a sus planteamientos sobre la pequeña burguesía, el “capitalismo anómalo” (2), la “arritmia histórica” de la nación dominicana y el imperativo de contar con una “clase dominante” progresista.
- ¿”Estás en paz…”? luego de engordar los bolsillos, inmoralmente.- ¿“Estás listo”? para contestar sus palabras.- ¿Qué le diría?, esté el evaluado puesto de pies o sentado.- ¿Acaso le adelantarían las mentiras que han hilvanado para tratar de confundir a un juez?, siendo observado desde el estrado por un abogado de comprobada boca torcida.
Cuando Bosch acabe de confirmar la desagradable autenticidad, ¿les cerraría las puertas de la organización morada a los encartados o en vía de incriminación judicial?, o ¿renunciaría del PLD para formar un tercer partido político?
El 18 de noviembre de 1973, el laureado literato dimitió del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), molesto, porque se había convertido en un “negocio”, y aduciendo que había cumplido su misión histórica. Y el 15 de diciembre de ese año anunció la creación del PLD, con la aspiración de que fuera diferente, gobernara sin envilecimiento ni tráfico de influencias, enterrara las prácticas clientelares, populistas e individualistas, defendiera la identidad nacional y completara la obra de Duarte y los trinitarios.
Originalmente fundamentado en la plataforma ideológica centroizquierdista (Bosch se autodefinió marxista, pero no leninista), y ulterior a su ascenso a la presidencia de la República, el PLD vistió con gala el traje conservador. Y tras agotar 20 años en la regencia del Estado (1996-2020), giró hacia la derecha en las llamaradas de los fraudes financieros y electorales.
Connotadas figuras de ese partido han formulado cuestionamientos y advertencias veladas: perredeístas cambiaron los ideales de Bosch por las millonadas, estamos llenos de ladrones y si abandonamos el gobierno todos iremos presos. Y, sin aprietes de pechos, en aniversarios del nacimiento y fallecimiento del maestro, participantes de estos festejos en su tumba del cementerio Ornamental de La Vega le pronuncian fraseomanías encomiásticas, colocan arreglos florales e interpretan canciones líricas, pisoteando sus valores y principios encima de nichos y sarcófagos.
El otrora presidente del PLD apostilló que “La pequeña burguesía dominicana tiene cinco capas: la alta, la mediana, la baja, la baja pobre y la baja muy pobre”, según sea el lugar que cada una de ellas ocupa en las relaciones de producción”, y que “en el capitalismo tardío de República Dominicana las estructuras sociales han sido el fruto natural de un desarrollo económico a saltos y además por asaltos”. (3).
Y, en esa gresca, puntilló que “Si Buenaventura Báez no era burgués ni propietario de tierras que le proporcionaran la “renta del suelo” y sin embargo era rico, ¿qué lugar ocupaba en las relaciones de producción? En las relaciones de producción, ninguna, porque él no producía nada, pero en los cortes de madera empleaba algunos peones, muy pocos y no de manera permanente” (4).
Funcionarios encumbrados de los gobiernos del PLD, meteóricamente quedaron sellados como adinerados, y no de lentejuelas; no por ser “vendedores de mercancías y no vendedores de trabajo”. No acumularon primariamente en otros tipos de la “producción capitalista”, tampoco como “obreros porque no le venden su fuerza de trabajo a un capitalista”, y escalaron sin cumplir los requerimientos de las separaciones clasistas hechas por Bosch, sino “por asaltos”.
Escuchemos las palabras gravitantes del ensayista, cuentista y novelista: “Una clase dominante toma el poder y establece determinadas reglas del juego político cuya aplicación le asegura, en primer lugar, el dominio del poder por largo tiempo, y en segundo lugar, su existencia como clase llamada a disfrutar privilegios que sólo da el uso del poder”. Sin un rápido desenfreno, “La clase gobernante se va formando a lo largo de un proceso que puede durar mucho tiempo” (5).
En ese prisma, el escritor y político conceptualiza al respecto: “El Estado dominicano era débil no sólo cuando lo gobernaba Ulises Heureaux sino a partir del día en que fue establecido”, y que “El capitalismo llegó a la República Dominicana no sólo tardíamente sino de manera en exceso tardía”. Entonces, “La República Dominicana fue un país de capitalismo tardío a tal extremo que el primer establecimiento capitalista conocido vino a fundarse en la década de 1871-1880 y el primer banco de propiedad privada abrió sus puertas en el año 1963” (6), o sea, el Banco Popular Dominicano.
¿Pertenece la cúpula perredeísta a la oligarquía?
Similar que el más menesteroso, la administración pública continúa punzando en los flecos de la vulnerabilidad, todavía en las metrópolis banqueras del tercer milenio. Sigamos con Bosch: “El grupo de mayor actividad política de una oligarquía es el que está compuesto por la pequeña burguesía. Ese grupo se mueve incesantemente en busca de negocios fáciles, hechos a favor del Estado; actúa sin escrúpulo alguno; es el que ejerce más presión en las organizaciones militares, una tarea que se le facilita debido a que los militares son pequeños burgueses organizados, uniformados y con armas, y en la mayoría de los casos es influyente en las conspiraciones que terminan en golpes de Estado”. ¿Ese fenómeno pasó con los andamios de corrupción Caracol, Coral, Antipulpo, Larva y Medusa?
El sector social de los “sin trabajo”, “chiriperos” y “obreros”, que conformaron en un primer momento la membresía del PLD, económicamente subió de un tirón. “Fue así”, anota Bosch, “como la misma arritmia histórica del país que nos condujo a una tardía aparición de la burguesía industrial nos llevó también a un aspecto nuevo de esa arritmia: la existencia de una mayoría de trabajadores que trabajan para empresas del Estado” (7).
Manifiestamente, jerarcas perredeístas y sus secuaces enriquecidos indebidamente no se acomodan en la clase dominante. Sean condenados o exculpados por la justicia terrenal, la estigmatización por la difusión mediática devora perennemente su reputación, como una maldición sin retorno, más si no transitan en bicicletas, sino en todoterrenos o helicópteros.
La prevaricación -que dispara ráfagas de luces que matan moral y físicamente- no cambia su estatus social y, en vez de otorgar esa ascendencia, la sepulta en los helechos de los océanos, empujada por la sombra del lobo mayor que, como una catarsis, discursea despampanante, aprovechando la golpeada herencia de la impunidad.
Los superdepredadores estatales, artífices de engaños como evangelistas de la simulación más descarriada, no escalan -como demostración de su discriminación- a la presidencia de asociaciones empresariales; no son entrevistados como tales, sus inversiones son vistas con ojerizas, por la sospechosa procedencia de la acumulación originaria, y tras bastidores son señalados como timadores del Estado con postizos vestuarios de empresarios.
Aunque se disfracen de brujas, los imputados de corrupción trocharán con lentitud fúnebre y con los buches regordetes, pero sin alcanzar la categoría de aristócratas, por ser desclasados que, como bestias del peaje, irrumpen en rebaños ajenos.
Ellos están ahora peores que antes de 1996, cuando no recibían siquiera el salario mínimo y andaban en suéteres. No son libres como los bucaneros, ni son manadas sin leyes penales como los filibusteros. Cuan rufianes sin caja torácica, no atendieron la exhortación de Bosch para que perseveraran, en una fecunda y hermosa ofrenda, por las ideales inculcados en los círculos de estudios y en el periódico partidario Vanguardia del Pueblo.
Al revés, perredeístas añejos, y los advenedizos sin formación ideológica y trepadores en las ovillas del oropel saqueado, se volvieron una antítesis del añorado y desaparecido líder, que proclamó, en el Palacio Nacional, tras ser derrocado por su contienda contra el soborno/cohecho: “ni vivos ni muertos, ni en el poder ni en la calle se logrará de nosotros que cambiemos nuestra conducta. Nos hemos opuesto y nos opondremos siempre a los privilegios, al robo, a la persecución, a la tortura” (8).
¿Vale la pena cambiar la tranquilidad espiritual y la felicidad por carne maloliente, que sofoca en el descredito y hace añicos en el estiércol de una gorra sin visera?
Citas bibliográficas:
1.- Santa Biblia, Nueva Traducción Viviente. Apocalipsis 22:8-10. Tyndale House Foundation, 2010.
2.- Bosch, Juan, “Capitalismo, democracia y liberación nacional”, Editora Alfa & Omega, Santo Domingo, R. D., 1987, pág. 88.
3.- Bosch, Juan, “Clases sociales en la República Dominicana”, Editora Corripio, Santo Domingo, R. D., 1986, pág. 106.
4.- Bosch, Juan, “La pequeña burguesía en la historia de la República Dominicana”, Editora Alfa & Omega, Santo Domingo, República Dominicana, 1986, pág. 51.
5.- Bosch, Juan, “Clases sociales en la República Dominicana”, Editora Corripio, Santo Domingo, R. D., 1986, págs. 109, 110 , 133, 134 y 137.
6.- Bosch, Juan, “Capitalismo tardío en la República Dominicana”, Editora Alfa & Omega, Santo Domingo, R. D., 1990, págs. 5, 37 y 41.
7.- Bosch, Juan, “Composición social dominicana. Historia e interpretación”, Editora Alfa & Omega, Santo Domingo, R. D., 1979, pág. 269.
8.- Bosch, Juan, carta al pueblo dominicano, Palacio Nacional, 26 de septiembre de 1963, citado por Matías Bosch, El Día, 26 de septiembre de 2018.
No hay comentarios:
Publicar un comentario