Federico Pinales.
Todos los seres humanos que deciden ingresar a cualquier universidad del mundo lo hacen con el doble propósito de superarse académica e intelectualmente, para vivir de la puesta en práctica de los conocimientos adquiridos en esos centros de altos estudios.
Unos lo hacen solo pensando en la parte económica. Mientras otros, con sentimientos humanos más desarrollados, también piensan en otros factores espirituales, que a veces, producen más satisfacciones que todas las riquezas materiales del mundo. Como es el hecho de salvarle la vida a una persona de escasos recursos económicos.
El médico que sólo piensa en el dinero no tiene problemas, porque este rápidamente se ajusta a las complejidades que envuelven el mundo de la medicina.
Cuando este tipo de médico recibe a un paciente en su consultorio, en lo último que piensa es en la salud de la persona que tiene al frente. Su prioridad es el cobro de sus servicios.
Cuantas comisiones vas a recibir de los laboratorios, las farmacias, las clínicas, los especialistas, fabricantes de equipos médicos y los centros especializados, a donde este decida referirlo. Algunas veces sin necesidad, sólo para justificar el cobro de dicha comisión.
En cambio, el médico de vocación, el que abrazó la profesión para sobrevivir y también para salvar vidas, a veces es víctima de una lucha entre lo que debe hacer para sobrevivir y la obligación moral de salvar vidas de personas desposeídas, rechazadas por la medicina puramente comercial.
Hay muchos médicos que se inclinan por la parte profesional humanizada, sin dejar de cobrar por sus servicios.
Esto significa interesarse primero por la salud del paciente, aunque al final le den en la madre, con una factura impagable.
Aparecen otros galenos excesivamente considerados, que pese a prestarles un excelente servicio a los pacientes, son extremadamente considerados con la facturación.
Por eso, no obstante haber trabajado todas sus vidas, en los sectores públicos y privados, ocupando posiciones relevantes, con grandes presupuestos, viven modestamente, sin grandes ostentaciones.
Como para muestra basta un botón, voy a tomar como ejemplo, sin su autorización, al doctor José Dolores García Ramírez, un destacado cardiólogo y político, a quién le he visto la cara solamente dos veces, pero de quién me han llegado muy buenas referencias sobre su dimensión humana.
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