Mientras no se controle la evasión fiscal de comerciantes, empresarios, industriales y hacendados
No nos pueden imponer una reforma fiscal,
porque de lo contrario habrá una explosión social,
que nadie podrá controlar,
ni siquiera en la Capital,
donde la sangre podría rodar.
Los subsidios indiscriminados,
asignados a quienes siempre nos han explotado,
deben ser revisados, reducidos o eliminados,
sobre todo, los injustificados,
que reciben los pudientes,
cercanos a los presidentes,
a sus amigos y parientes o a los miembros de las mismas corrientes,
que ignoran y desprecian a la gente.
A esa misma gente que usaron como armadura para llegar a las alturas,
desde las cuales ahora las ven como basura.
Es un crimen de lesa humanidad,
que traspasa las fronteras de la crueldad,
cargar con nuevos impuestos a un pueblo hambriento y desnutrido,
para cubrir los lujos de un grupo de forajidos,
que, sin hacer mucho ruido,
del sudor del pueblo siempre han vivido.
Y a quienes los políticos bandidos siempre han apañado y protegido.
Endeudando al Estado y otorgándoles obras grado a grado,
asesorados por buenos abogados
para evitar que al final tengan que morir colgados,
como castigo por todo lo que se han robado,
y por haber dejado al país endeudado,
y al pueblo depauperado,
recibiendo migadas en funditas, tarjetitas y cajitas,
para hacerlos devotos y luego cobrarles los “favores” con votos.
Antes de una reforma fiscal,
hay que gravar y hacer pagar al gran capital.
Ese insaciable sector,
corrupto, corruptor, inhumano y sin pudor,
que se enriquece y vive de nuestros impuestos y nuestro sudor,
mientras convierte al Estado en un eterno deudor,
carne fresca para el prestamista invasor.
que decide adueñarse de las aduanas,
cuantas veces le viene en gana,
para cobrarse los empréstitos que hicieron políticos como si no fuera nada.
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