lunes, 10 de febrero de 2025

¿Sabes qué ocurrió en un acto largo?

Oscar López Reyes.

Al prolongarse demasiado el acto, un individuo mal vestido -con los bigotes más pequeños y gruesos que el cómico inglés Charles Chaplin- comenzó a bostezar y a roncar desde una silla que, para sentarse en ella, le desprendió el letrero que decía: “reservada”. Como el ronquido se oía mucho más que los discursos, el más cercano lo pellizcó con el dedo pulgar y luego le tapó la boca. Y -¡ahhh!- buscando que se le quite el sueño, el caballero hastiado se acomodó en un asiento vacío de la mesa de honor. ¡Vaya!

La actividad había iniciado a las 7:00 de la noche, en un ancho salón que albergó a unos 100 asistentes, los cuales en un principio lucían rozagantes y animados. Como un pavo real, el conocido maestro de la ceremonia se extendió en una facundia con desparpajo, leyó una larguísima semblanza y saludó con una cola de elogios a todos los presentes. La retahíla de oradores impresionó en una dilatada verbosidad, fue presentado un video de una hora y diez homenajeados discursearon hasta por los codos.

Con el alargamiento del evento, una lluvia breve y peregrina, acompañada de un vapor condensado proveniente de la atmósfera, abrazó en gotas menudas la piel humana, que pulverizaron la frescura y el esplendor de esa sufrida noche de elocuencia. En la tromba de esa temperatura de alta presión, los concurrentes se retiraban escurridizos, y ya a las 11 de la noche menos de diez personas bostezaban y piezas de una rica picadera -ajadas por la larguirucha espera- lloraban porque no iban a dormir en estómagos de advenedizos.

El que quiera medir el grado de imprudencia, impuntualidad y desarmonía, con cansancio, estiramientos, perfumes fuertes, estornudos y hambre, solo tiene que participar en uno de los actos que se organizan en esta parte Este de la isla de Santo Domingo.

Paran el pecho detrás del micrófono, como jeques árabes, personas que hablan más de la cuenta, diciendo sin control todo lo que les llega a la cabeza, repitiendo las mismas cosas, haciendo movimientos bruscos, secándose el sudor y poniéndose las manos por cualquier zona del cuerpo.

Esos jeques árabes invitan a ceremonias al presidente de la República de turno, en sus discursos lo ponen contra la espada y la pared -aquí la Iglesia Católica bate récord-, y en la mesa de honor sientan, para complacer a todo el mundo, hasta 30 personas, y no a cinco; colocan la Bandera Nacional al revés, no cantan el Himno Nacional y maestros de ceremonias hacen el ridículo con boberías improvisadas.

Cuando depositan ofrendas florales en el altar de la patria, auspiciadores platican de todo -aumentos de sueldos, solicitudes de más beneficios particulares y hasta amenazas de huelgas-, menos de los padres de la patria, ni de la fecha. En espacios cerrados, comensales se desbordan, con impaciencia rompen o ponen a sonar copas, tenedores, y se tiran encima jarras de agua, platos de sopa, tazas, cafeteras, cubiertos, cristales y lozas.

En esos actos, que duran hasta cuatro horas y no una hora como es lo recomendable, se oyen conversaciones íntimas en voz alta por celulares, se chuchichea a los oídos, se discute con irracionales, se chasquean los dedos e inhalan bocanadas de humo. ¿Le gustaría verse en ese espejo?

El autor es presidente de la Asociación Dominicana de Profesionales de Relaciones Públicas (Asodoprep).

Cordialmente,

Oscar López Reyes
Periodista-mercadólogo, escritor y articulista de El Nacional,
Ex Presidente del Colegio Dominicano de Periodistas

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario