miércoles, 23 de abril de 2025

Se puede ser agradecido, leal, objetivo y ético, sin descender a la categoría de cómplice

Por Federico Pinales.

La biblia recomienda “que la mano izquierda no se entere de lo bueno que haga la derecha, pero al mismo tiempo nos ordena ser agradecidos.

Atendiendo a ese precepto bíblico, no se le puede criticar a ningún ser humano, que sea agradecido con las manos que le han dado de comer.

Ahora bien, ese nivel de agradecimiento no puede llevar a nadie a convertirse en cómplice o en protector de lo mal hecho. Especialmente si es un periodista profesional, con profunda formación académica y una larga trayectoria de ejercicio.

No son pocos los periodistas que han tenido que enfrentarse a serios problemas de intereses políticos, económicos, religiosos, ideológicos y humanos, entre los cuales han tenido que nadar como experimentados buzos, para no comprometer sus principios, su ética y el pan de sus familiares.

En este momento les ha tocado el turno a los periodistas y opinadores del complejo radial RCC Media, con la situación legal que enfrenta su jefe principal y sus compromisos elementales de ser solidarios con quien le garantiza llevar el pan a sus hogares cada día.

Ahora bien, ¿qué es lo criticable y condenable, para un periodista o comunicador? ¿Intentar, deliberadamente, presentar a las víctimas como victimarias y viceversa? O peor aún, ¿prestarse voluntariamente a ser promotores y protectores del mal?

Habría circunstancias que pudieran forzar a determinados comunicadores a caer en semejante bajeza, por razones extremas de supervivencia para ellos y sus familiares, pero sería imperdonable para gente con probada solvencia económica, justificada no. Y aún, cuando estuvieran algunas carencias, cuentan con la capacidad y el prestigio para sobrevivir a cualquier descenso económico circunstancial.

La lealtad a un patrón, a un socio o a un patrocinador, no puede llevarnos a descender a ciertos niveles de descrédito, si es que pensamos seguir viviendo de la profesión y del poder de nuestra credibilidad.

La población que nos lee, nos ve y nos escucha, puede ser ignorante, pero no estúpida, y ya sabe discernir, entre las mentiras, las media verdades y las verdades puras.

Cuando esa población cree en alguien, lo apoya, lo sigue y lo defiende, y llega a descubrir y a comprobar que es un cínico, mentiroso y manipulador, lo rechaza y lo repudia con dolor, por su falta de carácter y de honor.

 

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