Por Federico Pinales.
La biblia recomienda “que la mano izquierda no se entere de lo bueno que haga la derecha, pero al mismo tiempo nos ordena ser agradecidos.
Atendiendo a ese precepto bíblico, no se le puede criticar a ningún ser humano, que sea agradecido con las manos que le han dado de comer.
Ahora bien, ese nivel de agradecimiento no puede llevar a nadie a convertirse en cómplice o en protector de lo mal hecho. Especialmente si es un periodista profesional, con profunda formación académica y una larga trayectoria de ejercicio.
No son pocos los periodistas que han tenido que enfrentarse a serios problemas de intereses políticos, económicos, religiosos, ideológicos y humanos, entre los cuales han tenido que nadar como experimentados buzos, para no comprometer sus principios, su ética y el pan de sus familiares.
En este momento les ha tocado el turno a los periodistas y opinadores del complejo radial RCC Media, con la situación legal que enfrenta su jefe principal y sus compromisos elementales de ser solidarios con quien le garantiza llevar el pan a sus hogares cada día.
Ahora bien, ¿qué es lo criticable y condenable, para un periodista o comunicador? ¿Intentar, deliberadamente, presentar a las víctimas como victimarias y viceversa? O peor aún, ¿prestarse voluntariamente a ser promotores y protectores del mal?
Habría circunstancias que pudieran forzar a determinados comunicadores a caer en semejante bajeza, por razones extremas de supervivencia para ellos y sus familiares, pero sería imperdonable para gente con probada solvencia económica, justificada no. Y aún, cuando estuvieran algunas carencias, cuentan con la capacidad y el prestigio para sobrevivir a cualquier descenso económico circunstancial.
La lealtad a un patrón, a un socio o a un patrocinador, no puede llevarnos a descender a ciertos niveles de descrédito, si es que pensamos seguir viviendo de la profesión y del poder de nuestra credibilidad.
La población que nos lee, nos ve y nos escucha, puede ser ignorante, pero no estúpida, y ya sabe discernir, entre las mentiras, las media verdades y las verdades puras.
Cuando esa población cree en alguien, lo apoya, lo sigue y lo defiende, y llega a descubrir y a comprobar que es un cínico, mentiroso y manipulador, lo rechaza y lo repudia con dolor, por su falta de carácter y de honor.
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